Cincuenta pesetas, cien pesetas, ciento
veinticinco, doscientas...
-¿Y todo ese dinero?- Me pregunta papá
-Son las pagas que me han ido dando los
abuelos. Las he ahorrado. Quiero comprarle algo a mamá por su
cumpleaños
-No hace falta, cariño. Mamá ya sabe
que te gustaría regalarle lo mejor.
-No hace falta, pero quiero hacerlo. En
la tienda de Doña Concha hay algo que a mamá le va a hacer mucha
ilusión y yo quiero regalárselo. ¿Me guardarás el secreto?
-Sí, pero si solo la haces un dibujo,
también le gustará y ese dinero para que te compres lo que quieras.
-Lo que quiero es hacerle un regalo.
-Está bien, como desees.
Ahí están. Son perfectos para mamá.
-¡Doña Concha! ¡Doña Concha!, vengo
a por el regalo de mi madre. Los pendientes de corazones con
brillantes. Tengo el dinero que me dijo que valían.
-Calma chiquilla, calma. Ahora te los
pongo- dice la mujer con una sonrisa.
-¿Los va a envolver con el papel rojo
de regalos especiales que me prometió?
-Claro que sí y le pondremos una
pegatina de “deseo que te guste” ¿quieres?- me pregunta con un
brillo de felicidad en sus ojos. Supongo que el mismo brillo que el
de los míos, pero no más que el de esos pendientes tan bonitos.
-Aquí los tienes, preciosa. Espero que
le gusten a tu mamá.
-Gracias Doña Concha. Si mi mamá
viene por aquí no le diga nada es una sorpresa. Ya se los verá
puestos.
-Así lo haré.
Hoy es el cumpleaños de mamá. Cuando
salga del colegio, papá y yo iremos a la estación de autobuses a
buscarla. Lleva dos semanas de viaje por trabajo. Y la daré mi
regalo.
Son las cinco, he visto a papá que me
está esperando en la puerta del colegio. Espero que no se haya
olvidado de coger la caja del regalo...
-¡Papá!- me tiro a sus brazos y le
doy un beso muy fuerte.
-¿Has traído el regalo?- le susurro
en el oído
-Miriam, mira, ha pasado... que...-
empieza a tartamudear
-¡Papá, se te ha olvidado!
-No, aquí lo traigo como te prometí,
pero...- y se calla
-¿qué pasa?- le digo preocupada
-Ha llamado mamá. El autobus ha tenido
una avería y no sabe cuando llegará. - me dice cabizbajo - Es
probable que hasta mañana no la veas
-¡No!, tengo que darla su regalo hoy.
- y empiezan a inundarse de lágrimas mis ojos.
-Cariño, mañana se lo darás. O se lo
puedes dejar en la mesilla de la habitación y cuando llegue esta
noche que lo abra.- me dice secando mis lágrimas
-Pero yo quería ver su cara. ¿Por qué
no espero a que llegue y se lo doy?
-No, Miriam. Mañana hay colegio y
sabes que a mamá no la gusta que te acuestes tarde. ¿no querrás
enfadarla el día de su cumpleaños?
-Está bien, pero mañana me cuentas
con detalle que cara puso.
-muy bien pequeña, eso haremos. Ahora,
vamos a merendar.
Son casi las doce de la noche, no me
puedo dormir. Mamá no ha llegado todavía. Papá la está esperando
en el salón. ¡Suena la puerta!
-Buenas noches. Felicidades.- oigo que
dice papá
-Gracias. Deberías haberte acostado,
ya te dije que vendría tarde.- dice mamá.
-Le prometí a Miriam, que esperaría
para ver tu cara cuando abrieses el regalo que ella te hace.
-¿Qué le has contado de por qué no
venía?
-Que el autobus se había averiado.
Estaba muy ilusionada con hacerte el regalo.
-No lo puedes entender..., es mi
trabajo. Es importante. No puedo salir corriendo y dejarlo todo
porque una niña caprichosa quiera hacerme un regalo
-Di lo que quieras, pero ábrelo que me
quiero acostar.
Siento presión en el pecho y las
lágrimas empiezan a brotar de mis ojos... Oigo rasgar el papel que
la Doña Concha puso y ... silencio.
-¡Unos pendientes! Seguro que ha sido
idea tuya. Sabes que no uso pendientes, no me gustan.
Soy un manantial de lágrimas.
-Yo no he tenido nada que ver, tu hija
eligió el regalo, yo no sabía lo que era. Pero por ella, ya puedes
ponértelos aunque solo sea para que te los vea. Me voy a la cama.
Me ahogo, no puedo creerlo.
-¿Para que me has esperado? La tienes
muy consentida, solo le dices lo que quiere oír. Si no me gustan, no
me gustan. Eso es lo que tienes que decirla.
-¡Díselo tú!
Me duelen los ojos, la cabeza, estoy
cansada. Debí quedarme dormida llorando. Voy a la cama de mamá. No
está. Ya se ha ido.
-Buenos días, cariño- dice papá.
-Hola papá. ¿Dónde están los
pendientes?
-Los llevaba mamá puestos cuando se ha
ido. Le gustaron mu...
-¡No! ¿Dónde están?, lo oí todo.
Ella no los merece...
-¡Miriam, Miriam, hija!- dice mi madre
-Perdón, estaba en babia recordando...
¿entonces lo devuelvo, no?- digo volviendo al presente
-Hija, los pañuelos no van conmigo.- y
suelta una carcajada
-Lo sé, jamás lograré conocerte.
Felicidades Mamá.- Y cuelgo el teléfono.
Begoña M. Bermejo