Sin
embargo
la
piedra ilustra los claustros
rezumando
estupor de frío,
a
pesar de la cálida luz
que
traspasa el arco ojival.
Nada
más extraño
que
el silencio sonoro
de
las bocas de las gárgolas,
musitando
mitos y símbolos
de
bestiarios amenazantes.
Al
final
un
entramado de nervios
sostienen
altas galerías de insomnios,
que
identifican la libertad del espíritu,
y el paraíso en la tierra.
Y
toda esa armonía
permaneciendo
en el espacio y el tiempo
simbolismo
de lo que ha de venir;
oh,
Jerusalén, Jerusalén,
divide
y une a la humanidad entera.
¡Mirad,
mirad cómo está el mundo,
lleno
de oprobios, locuras humanas,
guerras,
enfermedades, desigualdades,
asesinatos
sin piedad y sin sentido,
abusos
de poder, piélagos de odios!
¡Mirad,
mirad cómo está la humanidad!
© Luis Vargas Alejo