La
trova puede ser del mar y las ternuras
o
del rugido del viento sobre los ojos
cuando
las estrellas no guían la vida
y
los rostros se salpican de inclemencias.
El
cantor debe observar el vuelo de las gaviotas
sin
ignorar los saltos de las fieras y la agudeza
en
la vista de las aves de rapiña.
Porque
en la supervivencia y sus instintos
el
mal se apaña con la belleza que nace
justificando la muerte,
justificando la muerte,
y la voz amorososa dulcifica la vida
dignificando el dolor que nos circunda.
Cuando
el mal es común, el verdadero trovador
socializa
las tribulaciones sin buscar aplausos
y
canta con la garganta de su pueblo,
con
eso que llaman alma, y es corazón.
Pichy
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