REFLEXIONES SOBRE POESÍA
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martes, 29 de agosto de 2017
DE LAS MONTAÑAS
Se elevan sobre el cielo
para que descansen las nubes
soñando las montañas
que son mariposas rojas,
azules y malvas
de fuerza imperiosa.
© Luis Vargas Alejo
PECES
En la añilada mar profunda,
los peces alumbran la oscuridad
como pétalos nocherniegos,
rodeando los istmos
entre corales candentes.
Y el pez grande se come al chico...
© Luis Vargas Alejo
lunes, 28 de agosto de 2017
ALFONSINA STORNI (por Alicia Bruzas Cecis)
EL MAR LA ACUNÒ EN SUS BRAZOS…
Alfonsina Storni padecía cáncer y en 1935 sufrió la extirpación de un seno. En enero de 1938 le confió a su hijo Alejandro, de 26 años, que los síntomas habían retornado y que no se sometería a una nueva invasión corporal.
El 18 de octubre de 1938 viajó a Mar del Plata, rechazando la compañía de su hijo, a quien le dejó varios recados. Se alojó en un hotel de la calle 3 de Febrero 2861, entre Irigoyen y Mitre, perteneciente a su amiga Luisa Orioli de Pizzigarni. Era una típica “casa chorizo” que fue demolida hace años y donde hoy funciona un albergue transitorio.
En aquella casa Alfonsina escribió su poema “Voy a dormir” y lo despachó por
correo a La Nación. Lo publicaron al día siguiente de su muerte. Recibió dos cartas de su hijo y las respondió, pero la segunda no es de su puño y letra: se la tuvo que dictar a una empleada del hotel, Celinda Socorro Abarza. En ambas se refirió a su angustioso estado de salud. En una tercera misiva, dirigida a su amigo Manuel Gálvez, requirió una gestión para incrementar el sueldo de su hijo como empleado municipal.
Al sufrir una crisis, Alfonsina fue asistida por el médico Felipe Serebrinsky y le transmitió sus deseos de suicidarse, propósito que cumplió el 25 de octubre, posiblemente alrededor de la una. Sin ser vista, salió del hotel y saltó al mar desde un espigón situado a unos 500 metros. De no ser porque uno de sus zapatos quedó aprisionado en un hierro del espigón, jamás se habría determinado el sitio exacto de su muerte. En aquel tiempo las escolleras se estructuraban con piedras y viejos rieles del ferrocarril que pronto quedaban expuestos.
Alfonsina eligió un sitio que bien conocía: el balneario del Club Argentino de Mujeres, que se hallaba frente a Plaza España, aproximadamente a la altura de la calle Chacabuco.
El cuerpo fue rescatado en el mar a la mañana siguiente y un médico lo reconoció casualmente en la morgue del Hospital Mar del Plata (hoy Materno Infantil). Por tratarse de una figura de renombre, la noticia se propagó rápidamente. Su hijo se enteró en Buenos Aires, al escucharla por la radio. La empleada Celinda Abarza creía que Alfonsina seguía durmiendo en su habitación, donde luego hallarían aquella nota final: “…me tiro al mar…”.
“Voy a dormir”
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
Alfonsina Storni
Alfonsina Storni padecía cáncer y en 1935 sufrió la extirpación de un seno. En enero de 1938 le confió a su hijo Alejandro, de 26 años, que los síntomas habían retornado y que no se sometería a una nueva invasión corporal.
El 18 de octubre de 1938 viajó a Mar del Plata, rechazando la compañía de su hijo, a quien le dejó varios recados. Se alojó en un hotel de la calle 3 de Febrero 2861, entre Irigoyen y Mitre, perteneciente a su amiga Luisa Orioli de Pizzigarni. Era una típica “casa chorizo” que fue demolida hace años y donde hoy funciona un albergue transitorio.
En aquella casa Alfonsina escribió su poema “Voy a dormir” y lo despachó por
correo a La Nación. Lo publicaron al día siguiente de su muerte. Recibió dos cartas de su hijo y las respondió, pero la segunda no es de su puño y letra: se la tuvo que dictar a una empleada del hotel, Celinda Socorro Abarza. En ambas se refirió a su angustioso estado de salud. En una tercera misiva, dirigida a su amigo Manuel Gálvez, requirió una gestión para incrementar el sueldo de su hijo como empleado municipal.
Al sufrir una crisis, Alfonsina fue asistida por el médico Felipe Serebrinsky y le transmitió sus deseos de suicidarse, propósito que cumplió el 25 de octubre, posiblemente alrededor de la una. Sin ser vista, salió del hotel y saltó al mar desde un espigón situado a unos 500 metros. De no ser porque uno de sus zapatos quedó aprisionado en un hierro del espigón, jamás se habría determinado el sitio exacto de su muerte. En aquel tiempo las escolleras se estructuraban con piedras y viejos rieles del ferrocarril que pronto quedaban expuestos.
Alfonsina eligió un sitio que bien conocía: el balneario del Club Argentino de Mujeres, que se hallaba frente a Plaza España, aproximadamente a la altura de la calle Chacabuco.
El cuerpo fue rescatado en el mar a la mañana siguiente y un médico lo reconoció casualmente en la morgue del Hospital Mar del Plata (hoy Materno Infantil). Por tratarse de una figura de renombre, la noticia se propagó rápidamente. Su hijo se enteró en Buenos Aires, al escucharla por la radio. La empleada Celinda Abarza creía que Alfonsina seguía durmiendo en su habitación, donde luego hallarían aquella nota final: “…me tiro al mar…”.
“Voy a dormir”
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
Alfonsina Storni
viernes, 18 de agosto de 2017
PICUDOS PECHOS
Picudos pechos
de altura inexplorable
emergen sobre el fuego
de la ladera verde.
¡Oh, naturaleza,
qué grande eres!
© Luis Vargas Alejo
COMPULSORIOS
No
sólo ambicionan someter al que se desploma
de
sus privativas influencias,
persiguen
su resignación y beneplácito
en
acta consignada.
No
sólo pretenden recrear la sociedad
a
su gobierno,
quieren
que no creamos más
que
en ellos mismos.
Frugalidades
perdurables
aprisionan
sus consuelos irrepetibles,
vahídos obsequiosos se escudan envejecidos
en un encadenamiento interminable
vahídos obsequiosos se escudan envejecidos
en un encadenamiento interminable
de
arbitrajes resquebrajados
que pulsan los reveses de cada individuo.
que pulsan los reveses de cada individuo.
Tutelas
impertinentes y opulentas
diseñan
las partituras para el desastre,
en
este presente
de
incomprensibles derrumbes,
desentendidos de los poderes grandiosos
desentendidos de los poderes grandiosos
de
la honradez y la equidad.
No
implores y lucha firme, sin quiebros,
recuerda y denuncia
recuerda y denuncia
cuestiona
y grita sin desmayo.
Luego, cuando madures, al final de algún destino,
no
olvides que la vida es gritar...
y
poco más.
Pichy
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