Cuantas veces he dormido
en la oscuridad de los
puertos verdeoscuros,
inventando canciones
conocidas
para aventar el retorno
de las vías comunitarias de
lo humano.
Cuantas veces he trillado
una era,
sin que hubiera una brizna
de grano, paja alguna,
solo roca y magma;
dislocando futuros, poemas e
ilusiones.
Música sorda de acordeón
fatigado
escucho en la madrugadas,
cuando al despertar se
inicia el día
intentando restablecer
procesos inconclusos.
Crepúsculo de abril de un
horizonte cercano,
donde crece la hoja nueva
en los brazos desnudos y
casi secos del nogal,
que nunca pude plantar para
darme sombra
en esta soledad de
cabelleras luengas,
ocultando la libertad del
viento que me lleva.
Vivo en las confidencias
secretas,
con emociones sin luz de las
estrellas invidentes
que bordean los colores del
muérdago.
© Luis Vargas Alejo