Después
de inútiles proyectos
a
la fortuna de la iluminación
y
sus estrellas.
Me
entregué a luchar la vida
descreído
de los astrales hechizos
y
transparencias
que
alucinan la carne
para
ganarnos la sed.
No
supe o no logré aceptar la idea del cielo
ni
atiné el artificio rumboso
de
los dragones
que
trascriben nuestro hacer
en
fantasías de luciérnagas.
Del
éxtasis arribó la lujuria
y
el tiempo empobreció la existencia
Soy
el pez, o la saeta que quisiera ser,
cuando
imagino los posibles naufragios
en
los sedimentos del insomnio
que
me estafa cada noche.
Los
rescoldos me despiertan,
me
animan a levantarme
con
el abrazo de los residuales bríos
de
silencios añejados.
No
soy el misil de mis quimeras
que
espoleo en cada reposo,
trashumo por oquedades inconfesables
trashumo por oquedades inconfesables
negando
la palabra abismo
para
salvarme
sobre
los puentes intranscendentes
donde
proferir una disonancia, se paga
con
el descrédito y sus agonías.
Una
promesa en la ofuscación
desliga
mi sombra
de
las eventuales persuasiones
cuando
me escurro circunspecto
entre
los crepúsculos
de
un tardío alumbramiento.
Pichy