lunes, 6 de abril de 2020

Manoletinas rojas

Estaba en el salón de mi casa, sola, viendo deslizarse las gotas de lluvia por el cristal, mientras iban entrando al correo electrónico los trabajos de mis alumnos de cuarto de primaria. Un escrito o redacción de cómo llevan estos días de aislamiento.
El primero en llegar ha sido el de Itziar. Es una niña muy trabajadora, que siempre va desaliñada y en los recreos suele estar sola y con nadie habla. Un día se presentó en clase con un chándal gris sucio y manoletinas rojas con un lazo de seda rojo (es algo que llama la atención, porque seguimos unas normas de vestimenta establecidas por la sociedad y cuando se sale de la norma lo tratamos de ridículo y construimos prejuicios). Sus compañeros la señalaban, se acercaban a ella interesadonse o no, por su look tan estrambótico del que muchos se reían. Ella les explicó que su madre se los había regalado,
porque esos zapatos de alguna forma especial le ayudarían a hacer amigos y nunca estaría sola. Así que, ella siguió llevando sus manoletinas rojas, día tras día, más o menos conjuntadas,  con los ojos llenos de vida y una sonrisa...
La redacción que me ha llegado es una fotografía que me envía otro alumno y nuevo amigo de Itziar en nombre de ella (no tiene recursos), de una hoja arrancada de un cuaderno, rasgada por una esquina, escrita con un lapicero y la marca de unos labios pintados con carmín rojo y el lazo de una de sus manoletinas pegado con celo.

Begoña M. Bermejo

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