Va
muriendo la tarde
en
ese lento ocaso
en
el que crepita
la
impaciencia
y soy
incapaz de hallar un resultado
exacto
y definido
de
la médula y el alma:
la
cerviz se contractura
-mi
entrega-
...esa
parra verde y amarga
en
su fruto mas carnoso...
oh,
anhelo ese diciembre
en
el que la sabia estalla
por
primera vez
Sigue
en tus manos
esa
flor
que
tanto deshojas.
Acércate.
Huele.
Begoña M. Bermejo
Bien logrado me resulta este poema, amiga. Qué bueno!
ResponderEliminarBeso
Gracias, amigo
EliminarSi no llega a escribir Pichy, este poema no me había llegado al correo.
ResponderEliminarEs un poema que hace anhelar libertad. Me parece bien trazado, pero te voy a decir cómo decirlo:
Cuando se esconden las hespérides
bajo las piedras y el fango
las letras se amontonan y se atascan
entre sonetos, endechas, romances
canciones, villancicos, letrillas
romancillos, zéjeles, silvas...
¡qué se yo!
en poemas tan en desuso
que no encuentro la rosa que aludes
y no me canso de preguntarle a las musas
¿dónde está la poesía, dónde el poema?