Me voy despegando de la materia superflua,
como la muda del tiempo que involuciona
a la orilla del Genil donde planté mis sueños
o realidades convexas que son innecesarias.
Regalé mis libros,
me deshice de propiedades y columnatas,
de versos que escribí para conocer mi esencia
y del pasado que guardaba en un arcón florido.
Y empecé a sentir la calma, del ave cuando cruza el aire claro,
y paseé sin compromiso por la orilla del río,
juntando tiempo y agua, reflejo y sabiduría, desnudez
como símbolo de libertad.
Dejé que la poesía me cubriera los hombros
como un manto de aurora y ocaso. Me despojé
de las palabras vanas. Y hoy, sólo quiero
sentir, los clamores de la hoja, que roza el viento al caer
como un vals de otoño, girando con serafines.
Dejé los pinceles y los lienzos entre las brumas de los colores
para poder recrear, con los ojos, ensueños con la mirada,
al contemplar el mundo, sentado en un banco del jardín
ligero de equipaje.
© Luis Vargas Alejo
Buen poema existencial nos presentas, amigo. Transmite, poco importa si para bien o mal, un estado de ánimo, con gracia y buen tino en el decir...y, ahí está el poema.
ResponderEliminarAbrazos
Nada queda y todo pasa...
ResponderEliminar...pero lo nuestro es trabajar
ResponderEliminarSerá para el que trabaje: yo estoy jubilado
EliminarY con muy buena pensión...dichoso el Caballero!
ResponderEliminarjajajaja...buena pensión para un cubano, pero para un español está en la media o menos
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