Calculando el valor de su
merecimiento
se adjudicaba mentales paraísos.
La altura es la felicidad, se
contestaba,
cuando alguna nube opacaba el sueño
o algún estúpido
señalaba sus pies sobre la tierra.
Sus caderas apretaban la
imaginación
contra los apremios existenciales,
donde la poesía se hace
terriblemente física.
Pero no calculó bien,
las montañas mentales saben
disimularnos sus alturas,
y las suyas les resultaron
verdaderamente altas.
Pichy
si es que es tan mínimo el margen de error...
ResponderEliminarel poema me gusta, y su comienzo me resulta muy bueno, pero en la ultima estrofa, lo noto algo farragoso.
Besos
Muchas gracias, amiga. Noto comentario.
ResponderEliminarBeso
Es un poema que me ha dejado pensando varios días y he determinado que el subconsciente nos dicta poemas muchas veces y otras veces pues no debemos subir a montañas muy altas, porque el mal de altura se nota.
ResponderEliminarMuchas gracias; pero, obtuso de mente...dios mío, no me queda claro si te gustó o no el poema.
ResponderEliminarAbrazos
El poema claro que me gustó. Lo que digo es que el mal de altura, al subir a las montañas, puede dañar mucho, por el mal cálculo de confundir, potencia con egocentrismo.
EliminarGracias por la ratificación. Sé que dios sabrá recompensar tu altruista labor para conmigo.
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