REDUCTOS DE LA MENTE
Más de una vez he leído, en alguna
que otra red social, que, “un viaje de miles de kilómetros debe de
empezar por un solo paso”. En mi opinión es una reflexión muy
profunda, para que vague sin sentido. Pero puede ser cierto: todo se
concentra en una sacudida brusca y pasajera de la materia, producida
por la liberación de energía acumulada. En conclusión: todo
cambia.
Con toda probabilidad, existe un
subcampo del por qué has cambiado, y otro subcampo de cuándo vas a
cambiar, mientras uno está en ese punto donde el pasado asciende
hasta las entrañas, como a un ex-toxicómano al que le entra el
mono; y asusta que el futuro esté cada vez más cerca.
No es que haya que abandonar la burbuja
de oxígeno -por lo que a mi respecta, nada de lo que hay aquí ni
allá está oxigenado, como mucho es respirable-, acepto la dualidad
de la vida soportándola
lo mejor que se; porque lo complicado
es todo lo demás. Una vez que los asumes, continuas preocupándote y
sin saber qué es lo que hacer, como si todos los puntos suspensivos
se multiplicasen.
Ya peino canas y las arrugas se
remontan en pliegues ensombrecidos, defectos de la experiencia que se
han convertido en virtudes y manías aquejadas por algún tic. Como
las luciérnagas, siempre he iluminado de noche - creo en las
transformaciones con la luna, dan buenas dentadas-. Hablo lo que
puedo (o me dejan) y pienso demasiado. La inseguridad es uno de mis
fuertes, creo. También creo que la poesía es necesaria y que todo
el mundo miente. La monotonía es una conducta apagada y de
conformismo. Las religiones, llaves a la esclavitud. No alcanzo a ver
el futuro, pero sí a escribirlo. Sigo diciendo que no me importa,
pero hay acciones que duelen lo suficiente para preguntarme ¿lo
estaré haciendo bien?
Según esa frase de las redes sociales,
toda esta fricción ejercida sobre el teclado provocará algún
cambio, incluso antes de haber finalizado -”un paso...”- No
obstante, lo digo:
Quiero más ahora que mañana; más
risas que llantos; más yo que otros... y confesar, que todo esto es
más una necesidad que una afición.
Puede que lo del viaje kilométrico sea
cierto o puede que no, pero necesito un cambio y busco justificarme
con lo que sea e incluso con una frase cuando vago, por redes sin
sentido.
No sé como catalogar tal enjambrera de palabras.
ResponderEliminarBueno, que lo cataloguen los doctos, amiga. A mi me resulta una especie de artículo- reflexión- crónica-ensayo, lo que sea, que desmenuza muy bien una frase. Lo que puedo decir con sinceridad plena: es que me llega muy bien sus mensajes, que discursa con tino y buen gusto, que su lectura me ha resultado un disfrute…es que tienes, digamos, tu “gracia” para escribir, tanto poetizando como narrando, y eso es lo que más me gusta de tus letras; quizás, porque sabes de una especie de ironía que da frescura a tu decir. Qué sé yo —sabes que explicarme o hacerme entender no es mi fuerte—.
ResponderEliminarBesos
Muchas gracias, amigo. De mucho me vale tu comentario.
ResponderEliminarBesos
Doctos hay donde los haya
ResponderEliminarEntrar por la huellas de la mente es mentar lo innombrable. Todos queremos un cambio porque no creemos en lo que hacemos, tenemos y vivimos. Estamos siempre expuestos a la insatisfacción porque no hay nada en este mundo más inadaptado, convulso y ridículo que el ser humano. ¿Por que se ha ido Puigdemont a Bruselas, luego a finlandia, luego a Alemania, porque no está satisfecho con lo que es y quiere ser lo que no puede ser. Es lo que no es. Este es el problema.
ResponderEliminarSer o no ser, esa es la cuestión . ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar. Sí, y ved aquí el grande obstáculo, porque el considerar que sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, es razón harto poderosa para detenernos. Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe pacífico el mérito de los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios? Cuando el que esto sufre, pudiera procurar su quietud con solo un puñal. ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta si no fuese que el temor de que existe alguna cosa más allá de la Muerte (aquel país desconocido de cuyos límites ningún caminante torna) nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan; antes que ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esta previsión nos hace a todos cobardes, así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia, las empresas de mayor importancia por esta sola consideración mudan camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos. Pero... ¡la hermosa Ofelia! Graciosa niña, espero que mis defectos no serán olvidados en tus oraciones.