-¿Qué os parece si damos una fiesta sorpresa a la abuela que
cumple noventa años?
-No estaría mal, pero vive lejos y tendríamos que hacer un
gran viaje.
- Bueno, eso no importa y estoy seguro de que le haría una
gran ilusión.
- Yo hace tres años que no la veo, pero fue un día estupendo
porque se mantiene joven y es muy agradable y simpática. Además es la única
familia que nos queda.
- Bueno nos pondremos en contacto con el tío Raimundo que
vive en su ciudad y además trabaja en un hotel. Le explicaremos que queremos
dar una sorpresa a la abuela. Que nos reserve habitación en su hotel y le diga
a la abuela que mañana la va a llevar a comer allí por ser su cumpleaños, pero
que no le diga nada de que vamos a ir los tres nietos. Y cuando esté sentada a
la mesa, apareceremos nosotras dos con un ramo de flores grandes y después tú,
Alfredo, con una tarta y ochenta velas. Le hará mucha ilusión.
-¿Raimundo?
-Sí, ¿quién es? somos tus sobrinos de América. Mira hemos
decido darle una sorpresa a la abuela por su cumpleaños y vamos a llegar mañana
a España. Queremos que nos reserves dos habitaciones en el hotel y prepares una
comida allí mismo en el restaurante para el día siguiente. Te llevas a la
abuela para allá, pero no le digas que nosotros vamos a felicitarla. Creemos
que le va a dar una gran alegría vernos y nosotros queremos volver a verla también
después de la última vez hace tres años, por si la vida nos impide verla más.
Ya somos todos muy mayores y estamos lejos unos de otros.
- Bueno, es una idea estupenda, pero no sé si la abuela
querrá venir al hotel, ella ya está muy mayor y desde la enfermedad de mi
hermano Faustino, no anda muy bien de salud.
- Así la animamos un poco ¿no te parece, Raimundo? y de paso
te vemos también a ti. Venga, mañana estamos allí.
Cogimos el avión de madrugada y llegamos al hotel justo por
la noche a la hora de cenar y muy cansados.
-Hola tío. Estás estupendo
- Qué alegría, vosotros también os veis muy bien. Cenar algo
y acostaros está todo preparado para mañana. A la una y media del mediodía,
estará la abuela sentada a la mesa y entonces aparecéis vosotros y le cantamos
el cumpleaños feliz. Pero procurar no llorar que la abuela está muy mayor.
- De acuerdo, así lo haremos.
Virtudes, Esperanza y Alfredo, cenaron algo rápido y se
acostaron. Se levantaron tarde y dieron un paseo por la ciudad hasta la una y
media del mediodía que debían estar en el restaurante.
A la abuela la habían llevado en coche hasta allí y ya
estaba sentada a la mesa.
- ¿Pero por qué habéis hecho esta fiesta, Raimundo? Yo, a mi
edad, ya no necesito fiestas y si queríais felicitarme, con haber ido a casa
hubiera bastado, ya sabéis que yo me canso mucho y hace mucho tiempo que dejé de
cumplir años y se me olvidan las fechas y muchas más cosas.
- Bueno hoy es muy especial y mira quién hay ahí con un gran
ramos de flores para ti.
Victoria y Esperanza estaban casi a su lado en frente de la
mesa con el ramo y lágrimas en los ojos.
- ¿Quien sois? No os conozco. Empleadas del hotel supongo.
- No abuela, somos tus nietas de América que hemos venido a
darte un gran beso y un abrazo por tu cumpleaños.
-¡¿Mis nietas!? pero si yo no tengo nietas. Recuerdo que
tenía otro hijo que se marchó a América hace mucho tiempo, pero murió y no tuvo
hijos creo. No, no sé quien sois.
¿Pero no te acuerdas de mí? Estuve a visitarte hace tres
años y lo pasamos muy bien y reímos mucho. ¡Claro que tu hijo, nuestro papá,
tuvo hijos, nosotras dos y Alfredo y estamos todos vivos!
En ese momento entró Alfredo con la tarta y las velas
cantándole el cumpleaños feliz y dándole un beso.
-¿Y tú quien eres?
-Soy Alfredo, abuela, tu nieto mayor.
No, no te reconozco, y tampoco sé si te he visto alguna vez.
Creo que me estáis gastando una broma. Quizá no sea ni el día de mi cumpleaños.
-¡Pero, abuela si somos tus nietos!
- Raimundo, ¿qué pasa?
- Ya os dije
que la abuela no estaba muy bien de salud. Hay días que no me reconoce ni a mí
que voy a su casa todos los días. Desde hace un año para acá, ha olvidado casi
todo su pasado
y vive en un
mundo de sombras. No os quise decir nada porque os vi con tanta ilusión que no
quise impedir que vinierais para nada, porque teníais derecho a darle un beso
por última vez y recordar vuestra infancia con ella, pues aunque ella no se
entere, vosotros sí. Sentaros a la mesa y comed. He preparado una suculenta
comida y después soplaremos las velas de la tarta todos juntos. Quizá ella viva
algún momento a lo largo de la comida que la emocione y con eso será
suficiente.
Comieron
todos con poca gana y contaban cosas con el tío Raimundo. La abuela no
participaba de nada, pero comía con avaricia...alguien dijo en un momento dado
"cuando mi papá se fue a América...", entonces, la abuela levanto la vista del plato
y sus ojos estaban húmedos. Una lágrima rodó por su rostro y suspiró
profundamente. Todos lloraron con la abuela. Algo había sentido en algún rincón
de las neuronas de su corteza cerebral que el alzhéimer le venía produciendo.
Terminaron
de comer. Los tres nietos abrazaron a la abuela y la besaron despidiéndose de
Raimundo, mientras la abuela los miraba fijamente, indiferente, crispada y con
los ojos vidriosos.
De vuelta a
su tierra, los tres nietos, comentaron: "creemos que ha valido la pena
haber hecho esta fiesta a la abuela, pues no hay mejor medicina que el cariño y
el amor, hasta el más olvidadizo y enfermo, siempre lo aprecia y siente.
Estamos seguros"
La soledad y
la enfermedad son los vacíos de amor que se producen en las estancias que
habitamos.
© Luis
Vargas Alejo 2016
Conmovedor, amigo. Los siento bien narrado.
ResponderEliminarAbrazo
Emotiva narración.
ResponderEliminarHace años, llamaba la atencion la soledad, sin embargo hoy día es nuestro mas fiel aliado. Se ha vuelto vocacional, no nos abandona ni estando acompañados. Se amplifica al intentar comunicarnos de cualquier forma con nuestro entorno, parece unir distancias, pero produce el efecto contrario. Una enfermedad contagiosa.
En la sociedad actual, compartir la soledad, es la moda de relación afectiva que se impondrá definitivamente. Se ve dia tras dia en internet. Parece todo lo contrario pero cada vez que se comparte algo de nuestras vidas en una red social, la soledad, el aislarnos, va ganando terreno.
La soledad no nos persigue, la buscamos. Somos camicaces, verdugos imponiendonos camaras de aislamiento, para comunicarnos
y se nos estan olvidado los verdaderos valores, como el amor, para dar paso al egoismo.
La verdadera soledad, es la de no poder compartir las inquietudes, el desasosiego que come por dentro con nadie.
Pero fíjate que contradicción: yo tenía una vecina amiga -hace muchos años, al principio de los tiempos- que se llamaba Soledad y era tan simpática y agraciada, siempre con comentarios ingeniosos, siempre tan alegre, que llenaba el ambiente y el espíritu de los amigos y gente que le rodeara, llamaba a muchos por la mañana para darles solo los buenos días, contaba historias bonitas en los corrillos de por la tarde y, con ella, nunca estabas solo, siempre estabas con Soledad.
Eliminar¡Toma castañas!
AVISO: lo escrito arriba es mentira total, pero me ha quedado tan bien, que prece verdad...¡soy un genio de la narración y del poema! ¡Viva yo!
EliminarDecía Lope de Vega:
A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
¡No sé qué tiene la aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo
no puedo venir más lejos!
Ni estoy bien ni mal conmigo;
mas dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.
Esta narración, cambiando nombres y algunos detalles, es algo que me ocurrió ayer, cuando me llamó por teléfono un amigo de barrio y juventud de Madrid que se marchó a Panamá y se quedó allí, amigos como hermanos. Y estuvimos juntos toda la mañana hasta la 1.30h que se fue a comer porque había venido aquí a celebrar con sus hermanas madrileñas el cumpleaños de su única tia-abuela que les quedaba y estaba muy ilusionado. Se despidió de mi hasta otra ocasión (siempre que viene a España me visita) y por la tarde a eso de las 18 h, me volvía a llamar para decirme que ya había acabado el cumpleaños y andaba solo por la ciudad y que si queria que nos vierámos otra vez. Le dije que sí, y acudí inmediatamente a la nueva cita. ¿Qué, como ha ido todo? le pregunté. Muy mal, no nos ha rconocido a ninguno y no ha hablado de nada. Ha sido la ausente de la fiesta, pero estaba allí. Una gran tristeza para nosotros, porque la vimos el año pasado y estaba muy bien. Creo que no existe ya. Pasamos la tarde juntos y recordamos nosotros nuestra vida en común y la actual de cada uno y a las 23 h. se fue al hotel dándome un abrazo. El tiene 71 años y yo 69. Me impresionó tanto la situación que no he tenido por menos que enviarle este correo que leerá cuando llegue Panamá. Las cosas de la vida...
ResponderEliminarBien, imaginé que tratabas sobre este amigo. Ya que estoy aquí, reitero que lo has narrado muy bien
ResponderEliminarSí, tras irse lo escribí y se lo envié por correo, para que nunca olvide a su tia-abuela, ni a este pequeño cronista que lo único que sabe hacer bien, es escribir, porque, de pequeño, me enseñaron a hacerlo con letra redondilla y gótica.
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